jueves, 9 de diciembre de 2010

Capitulo 1 (Entrega 1ra)

Desperté en una colina. La luz del sol del atardecer era extraña, como filtrada por nubes de lluvia, aunque estaba despejado. Un campo de tréboles cubría la superficie de todo lo que me rodeaba. Un ombú, igual al bonsai que tenía en la repisa de casa, pero a escala uno en uno, se encontraba solitario, a pocos metros. Me acerqué despacio. Un par de raíces sobresalían de la tierra. Me senté en una. Los rayos sepias del sol, rozaban los pequeños pétalos verdes que asomaban de la superficie acolchonada donde apoyaba mis descalzos pies. Aspiré profundamente. Sentí el olor a musgo húmedo que salía de la corteza. La suavidad del suelo entre mis dedos. La calidez de la luz en mi cara. Pestañeé. Una figura apareció ante mi, a contra luz. Una brisa sopló y la capa que parecería llevar puesta se movió al mismo compás, dejando al descubierto un reflejo, una espada, colgando de su cintura. Sentí como mi pelo acariciaba mi espalda cuando bailó al mismo ritmo. Me cubrí los ojos para poder distinguir más su rostro. Me sonrió. Se me puso la piel de gallina. Me puse de pie lentamente, no por elección, sino porque no podría haberme movido mas deprisa si hubiese querido. Otra ráfaga de viento me golpeo, esta vez mas agresiva, como empujándome. Esta vez rió sonoramente. No podía distinguir sus facciones, sólo el reflejo de sus blanco dientes. Entrecerré los ojos. Giró la cabeza velozmente, como si algo hubiera llamado su atención. Mire en esa dirección. Un caballo negro con armadura plateada venia a galope hacia nuestra dirección. Sabía que no era real, pero no quería pensar, si lo hacía sabía que despertaría. Volví a mirarlo. Pude divisar sus ojos entre las sombras que generaban la capucha que tenía puesta. Alzó una mano hacia mi.

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