jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 1 (Entrega 3ra)

Afuera el sol se encontraba apagado por las densas nubes que cubrían el cielo. El barro cubría las calles provocando miles de chasquidos al pasar gente y carretas. Ese clima siempre me ponía de buen humor, el olor a humedad nueva era… revitalizante.
Me calé la capucha y tomé uno de los pasadizos que se extendían al costado de “El caballo rampante”. Aparte de poner en marcha mi plan, quería evitar la multitud de la acera principal. No tenía ganas de pelearme con alguna vieja por tirarle un canasto al chocarla sin querer, y era poco probable no chocarme con algo en ese caos. El angosto camino zigzagueaba por casas pobres de varios pisos. Un lugar no muy recomendado para una mujer, pero contaba con mi cota de maya y mi amada laza, aparte de los varios cuchillos que tenía escondidos en toda mi ropa. Aún así, una mujer sigue llamando la atención en un pasadizo como ese. Luego de caminar por unos minutos, mi andar se torno mas lento y un poco coqueto. Me solté el oscuro pelo que cayó frondoso a mi espalda, como quien tienta a un ave antes de darle caza. No pude contener a mi labio curvarse hacia arriba al ver una sombra salir por una puerta a mi espalda y otras dos aparecer de otro pasillo que cruzaba delante.
Algo que hay que entender es que no se consiguen los mejores caballos en los establos de los nobles. Talvez estén gordos, y se vean bonitos, incluso correrán veloces carreras cortas, pero no son fuertes sino mimados. Los mejores caballos entrenados se conseguían de soldados, y no estaba dispuesta a enfrentarme a un ejercito para conseguir uno. La segunda opción era conseguir uno de los que ya habían sido robados.
Relajé mis hombros, hice sonar mi cuello y miré con una amplia sonrisa a las sombras que se materializaron en hombres desalineados. Hice una floritura digna de la corte, mientra aferré fuerte la lanza con la mano derecha.
-Caballeros...

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